miércoles, 11 de diciembre de 2013

'X-Factor vol. 3', soy Peter David, sé cosas

X-Factor Peter David

Edición original: X-Factor vol. 3 #1-50/#200-262
Guión: Peter David
Dibujo: Ryan Sook, Ariel Olivetti, 
Emanuela Lupacchino,
Khoi Pam, Paul Davidson, 
Leonard Kirk, 
Valentine Delandro et al.
Formato: Grapa/Tomo
Editado en España por Panini
Allá por los 90, esa década de doloroso recuerdo para muchos, Marvel decidió que a la franquicia mutante se le podía sacar mucho más provecho de lo se estaba haciendo hasta ese momento. Por ello, dio comienzo a un bombardeo de cabeceras relacionadas con el grupo principal, de algún modo u otro, consiguiendo que el público asociase el llevar una "X" en el título con pertenecer al mismo mundillo que Lobezno, Cíclope y compañía. Sí, también se asocia a la pornografía, pero eso no viene al caso. 

El germen de esto fue, probablemente, la creación, en 1986, de una serie paralela a los X-Men de toda la vida. Se llamó X-Factor, décadas antes del infame programa de televisión, y contaba con el atractivo de volver a reunir a la formación original (es decir, Scott, Jean Grey, Hombre de Hielo, Bestia y Ángel). Esa colección pasó por varias fases, incluyendo una en la que se convertían en el equipo mutante al servicio del gobierno de los EEUU. Por aquel entonces, ya adentrados en La Década De La Que Nadie Quiere Saber Nada, pasó por la serie un tal Peter David, quien llevaba ya unos cuantos años haciendo lo que le salía de las narices en El Increíble Hulk. Aquí daría comienzo un idilio que, mucho tiempo más tarde, daría lugar a una de esas series que se suelen llamar "de culto".

Llega el año 2005. En un escenario post-Dinastía de M, a Peter David le dejan una cabecera mutante que no llama demasiado y a un grupo de segundones que nadie quiere. Un nuevo X-Factor, o en este caso, Investigaciones X-Factor. Una agencia de detectives ocupada, capitaneada por El Hombre Múltiple, Jamie Madrox, quien recluta a Monet, Siryn, Loba Venenosa, Fortachón y Rictor, además de a la recién creada Layla Miller, para ocuparse de investigar casos por encargo. ¿No te suena ningún nombre? Tranquilo, lector. A mí también me pasaba al principio.

Con estos mimbres, el perro viejo de David monta una historia a medio camino entre el cine negro y la sitcom televisiva, funcionando como ambas cosas con una efectividad brutal. Además, consigue dotar a los personajes de un carisma y una profundidad que nadie había conseguido hasta entonces. Hace que todos ellos pasen de segundones a ser como de la familia en cuestión de unos pocos números, algo que se hace especialmente en el caso de Madrox, probablemente el pilar de la serie, aunque sea a su pesar.

Layla MadroxPor los números de la serie llegan a desfilar toda una colección de personajes que van entrando y saliendo, y todos ellos con un denominador común. Además de los ya citados, nos encontramos a miembros de las antiguas encarnaciones del grupo, como Havok y Polaris; a hijos noventeros como Estrella Rota o Longshot los cuales comparten un parentesco curiosísimo; o incluso al auxiliar administrativo más carismático de la historia: Pyp el Troll. Sin embargo, si hay alguien a quien Peter David ha dotado de un carisma único es Layla Miller, de la cual podríamos hablar largo y tendido, pero prefiero limitarme a comentar que, vaya, sabe cosas.

Además, si eres de los que, como yo, siente una pereza que te atenaza el alma con los infinitos cruces y tie-ins que pueblan la mayoría de series de Marvel, y que en muchos casos, solo sirven para cortar el desarrollo de una buena historia, el X-Factor de Peter David puede ser ideal para tí. Si bien es cierto que son partícipes, por necesidad, en algunos eventos importantes como Complejo de Mesías o Civil War, en ningún momento estos suponen un paréntesis en los acontecimientos de la cabecera, lo que es de agradecer.

Multiple Man
Supongo que X-Factor podría ser el ejemplo de lo que pasa si dejas a un tipo con talento trabajar tranquilo y a su ritmo: nada menos que 112 números en los que prácticamente no sobra ninguno, en los que se dan cita una colección de referencias a la cultura popular, mutantes que están de paso y otros que se quedan, señores infernales, trolls, embarazos, viajes en el tiempo y hasta el primer beso homosexual de la historia de Marvel, aunque esto último no le parezca bien a Rob Liefeld. Claro que, si nos importase lo que piensa Rob Liefeld, seguiría dibujando.


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