
A través de su protagonista, un robot muy particular, en un futuro cercano en el que en la capital de Sudáfrica empiezan a usarse robots policía con excelentes resultados. Pero su creador quiere más. Quiere crear vida. Y lo consigue con Chappie. A eso hay que sumar que Chappie acaba en manos de unos indeseables que se convierten en su familia, buscando beneficiarse del robot que es como un niño. El resultado de la trama es una mezcla entre Cortocircuito y Robocop,.
Porque hay momentos en los que la película copia literalmente ideas, tramas o escenas de las dos películas antes mencionadas (especialmente el robot de Jackman). Hay un buen trabajo del reparto, aunque los personajes no estén todo lo desarrollados que deberían, Hugh Jackman, Dev Patel y Sigourney Weaver (que sale menos de lo deseado) hacen virguerías con sus personajes.
Así que para combatir la falta de originalidad la trama tiene mucho ritmo, humor, guiños y entretiene todo el tiempo, nos mueve, nos interesa, nos divierte. Pero claro, llega la media hora final donde gana peso la acción salvaje y trepidante. El plan del villano está forzando la trama para llegar al final que el director quiere. No es natural, sucede porque sí, y punto, pese a no tener ningún sentido, lógica o coherencia.
Ese es el mayor problema de la película, esos 30 últimos minutos que quitan lustre y la alejan de las dos pelis anteriores de Blomkamp, con las que comparte ese estilo visual único, esa personalidad y ese tipo de ciencia ficción realista, cercana, plausible. Lástima que no sepa redondear la propuesta, pero siempre tendremos su magnifico Distrito 9.
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