sábado, 14 de marzo de 2015

'Kingsman: Servicio secreto' de la mano de Matthew Vaughn

Me lo paso pipa viendo las películas de Matthew Vaughn. El director me dejó anclado a la butaca del cine con Stardust, luego con Kick-Ass y más tarde con X-Men: Primera generación. Ha vuelto a conseguirlo con Kingsman: Servicio secreto, el tipo de película que llama la atención enseguida a poco que te gusten los cómics de Mark Millar y si disfrutarste con la adaptación que se hizo del pobre vigilante patea culos. Pero sus películas no serían lo mismo sin Jane Goldman, quien ha escrito todo esto para deleite de todos nosotros.

Kingsman: Servicio secreto nos presenta una trama de espías al estilo de las películas de James Bond, pero con la novedad de que el gamberrismo que aquellas no tenían está aquí más presente que nunca. Por no hablar de todo el ambiente británico que se respira a lo largo y ancho de cada uno de los fotogramas, empezando por los actores (Colin Firth, Mark Strong, Michael Caine) y terminando en la elegancia de llevar un traje o en los tapizados a cuadros. Porque un traje no lo puede llevar cualquiera, algo que nos queda muy claro durante todo el metraje.

Es difícil comentar una película donde el factor principal es la sorpresa, así que omitiremos las partes más sangrientas. El mérito que más podemos atribuirle a Kingsman es que te lo pasas pipa con ella, de principio a fin. Si te paras a pensar en algún momento de la cinta te darás cuenta de que has estado buscando paralelismos entre esta y otras películas del mismo género (los variados y sorprendentes gadgets como los bolis con veneno, los mecheros-granada y otros igual de apetecibles). Por momentos la cinta se pone cada vez más gamberra y el nivel de salvajismo aumenta a cada minuto que pasa hasta llegar a un clímax bestial que ya quisieran otras películas y donde no tienes más remedio que reírte –risa sana o sádica, da lo mismo– ante las diferentes secuencias que van teniendo lugar ante nuestros ojos.


Kingsman presenta los típicos elementos de las películas de James Bond y otras similares de espías: un villano excéntrico (en este caso Samuel L. Jackson, con defecto de habla incluido), mogollón de cachivaches que usar contra los malos, montones de esbirros para masacrar sin piedad y un plan maquiavélico que de momento solo el malo conoce. A esto le añadimos un Colin Firth que prácticamente se estrena en el cine de acción –y lo hace muy bien– y un chaval de los barrios bajos de Londres que termina siendo el alma de la fiesta, y tenemos el cóctel bien agitado que es Kingsman, donde además hay que añadir una estética agradable y muy colorida y un guión con el que no te aburres en ningún momento porque siempre pasan cosas. Y sí, incluyendo la aparición de Mark Hamill como recordatorio de su futura aparición en Star Wars Episodio VII: El despertar de la Fuerza.


Hay muchos buenos momentos en Kingsman, pero la impresionante escena de la iglesia y el asesinato masivo de los lideres mundiales a ritmo del himno británico son dos de los que a mí más me han gustado. Así que a verla. 

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